¿Por qué la imagen sana y expande?
Los acontecimientos que atravesamos nos generan emociones, tanto agradables como dolorosas. Vivimos experiencias emocionales.
Esas vivencias habitan en un mundo interno muchas veces inconsciente, profundo y enigmático, pero no por eso inactivo. Las emociones, sean conscientes o inconscientes, generan conductas e influyen como condicionamientos en las decisiones cotidianas.
Las personas contamos con la valiosa posibilidad de acceder a parte de esa experiencia emocional por medio del trabajo psíquico de la simbolización.
Simbolizamos transformando una emoción en una imagen.
Las imágenes simbólicas en sus distintas formas (un dibujo, una foto, un sueño, una visualización creativa, una fantasía, una metáfora visual de una canción o de un texto literario o una representación visual hecha con el cuerpo en una dramatización) son valiosas herramientas tanto sea para sanar experiencias dolorosas como para expandirnos al conocer nuestros sentimientos positivos y deseos más profundos que nos permitirán acceder a nuestros intereses, áreas de entusiasmo y a nuestras fortalezas.
¿Por qué la construcción de una imagen sana o expande a la personalidad?
Los símbolos conectan las vivencias con la conciencia. Contienen el sentir y se lo ofrecen a la mente como una imagen para ser interpretada, registrada y conocida. Son un «muelle que vincula» lo que en la imagen de esta entrada se muestra como desprendido o fragmentado. Las imágenes que creamos para representar lo que sentimos vinculan, contienen y ofrecen información extremadamente valiosa para la vida cotidiana.
El vivenciar doloroso empieza su sanación en esta imagen que lo contiene y lo hace así más tolerable.
Las imágenes, de un sueño por ejemplo, tienen un color, una tonalidad afectiva que es el clima emocional de este sueño en particular. ¿Qué expresa sobre mi vivenciar el clima emocional de este sueño? ¿Qué dicen sobre mí estas imágenes?
Las imágenes que construimos nos hablan y hablan de nosotros.
En psicología dividimos a las experiencias en disociadas o en integradas al yo consciente.
Las experiencias disociadas han ocurrido pero no son registradas como reales, no son parte de la experiencia consciente mientras que aquellas que son integradas al Yo por medio de la simbolización y de la auto conciencia ya pueden ser utilizas por la persona para profundizar sus vínculos por medio de la expresión de lo que se siente.
Al hacer consciente una vivencia por una imagen unimos el pensamiento y la emoción. Se realiza un trabajo en el que se entraman el sentir, el imaginar y el pensar.
Puede enriquecernos mucho el simple ejercicio de preguntarnos:
1) ¿Qué genera en mi esta acontecimiento en particular? ¿Qué sentimientos me despierta?
2) ¿Podría representar esa vivencia en una imagen? ¿Podría utilizar mi mente como si fuese una pantalla de cine y proyectar una imagen que represente lo que siento frente a esto que me sucede? ¿Podría plasmar esa imagen en una pintura o en un dibujo?
Y luego para complejizar más el proceso y que irrumpa la palabra, ¿podría transformar esa imagen en una metáfora verbal, en una frase o en una canción?
La experiencia, su vivencia, una imagen y las palabras forman parte de este proceso personal de hacer simbólica la experiencia.
Sin imágenes que contengan lo que se siente somos acciones sin explicación. La persona puede sentir que esta gobernada por su emoción de la que tampoco puede dar mucho cuenta.
La riqueza de este proceso implica que se puedan usar imágenes incluso no reales en si mismas sino creativas, combinadas y propias.
Me interesa el trabajo con imágenes que realiza el fotógrafo sueco Erik Johansson en el que creativamente muestra la enorme riqueza de los símbolos para expresar realidades internas.
Crear un símbolo emocional es animarse a ser irreverente con la realidad. Yo interpreto así sus fotografías.