¿Con qué ojos queremos que nuestros hijos miren la vida?
¿Quién gana cuando convertimos la infancia en exigencia desmedida y en calificaciones que dividen a los pares en mejores y peores?
¿Quién gana cuando se busca que el cuerpo de un niño se aquiete?
¿Quién gana cuando nuestra fuerza está puesta en sostener a nuestros hijos y a nuestra familia en ese lugar ilusorio del modelo ideal?
¿Quién gana cuando escribimos la novela de la vida sin fisuras y sin sombras?
Cuando gana el narcisismo pierde la espontaneidad , pierden las palabras que hablan sobre lo íntimo, pierde la alegría por jugar, pierde el aprendizaje de la frustración y del límite como parte de la vida, pierde la vulnerabilidad humana y todas sus emociones.
Cuando gana el deseo de perfección pierden los vínculos.
Y sobre todo nos perdemos la inconmensurable posibilidad, de que el hijo mire la vida con esos ojos que la miran aquellos que viven con una limitación y que logran sonreír, alegrarse del instante y vivir desde su capacidad especial, en un mundo de posibilidades que entusiasman.
Al ganar, perdemos.
¿Educamos en el ego o en la vulnerabilidad ?
Matías Muñoz